DE LA JUSTICIA Y DE LA LEY


Hace ya días que quería abordar este tema, espinoso y complicado realmente. Pero, oh caprichos de las musas!, siempre surgía ese “algo”, que me impelía a dejarlo un lado momentáneamente, esperando un momento más propicio.

Pues bien, creo que, ante el límite al que están llegando las cosas en este mundo que estamos empeñados en seguir enviando al sumidero, ante las barbaridades que se producen día tras día en nuestra realidad, cercana o no, ese momento ha llegado. La ciudadanía hace tiempo que ha perdido la fe en unas leyes que, promulgadas desde unas alturas acomodaticias y privilegiadas, no dan ninguna respuesta a su realidad. La sensación de que la Justicia, lejos de ser ciega, como reza la frase, se levanta más de una vez la venda de los ojos, se extiende como un reguero de pólvora por las calles de nuestro país y, en general del mundo entero. Y la balanza que se supone debería exhibir con un equilibrio milimétrico, imagen de su imparcialidad, tiende a decantarse sospechosamente hacia uno u otro lado, según convenga a los que ostentan el poder.


Y es por todo ello que yo deseaba, desde hace ya tiempo, poner en “tela de juicio”, nunca mejor dicho, la diferencia abismal a mi modo de entender, que existe entre la Justicia y la Ley. Sí, sí…diferencia, o mejor dicho, diferencias, en plural…

Pero, permítanme explicarme:
En primer lugar, ¿qué entenderíamos por Justicia? Pues bien: La Justicia es uno de esos entes abstractos, pero no por ello menos reales, que son consubstanciales con la misma esencia de todo lo creado. Abstracto por su inmaterialidad, y real porque, simplemente y al igual que el Amor, la Belleza, la Creatividad, la Inteligencia,… todo ello con mayúsculas, ÉS… Existe lo justo y lo injusto, como existen la luz y la oscuridad. Como existe el Universo infinito, mientras no se demuestre lo contrario. La Justicia no tiene nacionalidad, ni credo, ni ideología. No es humana, porque está por encima del hombre, aun coexistiendo con él desde el inicio de los tiempos. Es la que nos da la medida de las acciones que llevamos a cabo, aunque queramos ignorar su veredicto. Es la que defiende por encima de cualquier otra cosa, los derechos básicos e ineludibles de todo lo que existe, desde los del mismo planeta que habitamos, hasta los del más pequeño y humilde de los seres vivos, pasando lógicamente por los derechos del hombre. La Justicia no se deja manipular por nuestras ambiciones, puesto que está fuera de nuestro alcance. Es la luz que ilumina, perfilando la pintura de las acciones humanas y poniendo claridad donde corresponde, y sombras donde se precisan. Y, créanme, una vez esa luz se hace presente, nada ni nadie la puede hacer desaparecer: ni la fuerza, ni los discursos, ni el dinero, ni el poder…Absolutamente nada!


Sin embargo la Ley, supuestamente expresión práctica de la Justicia, dista mucho de ser una digna hija de aquella. La Ley, o, mejor dicho, las leyes, son absolutamente humanas, que no humanitarias…Dependen de decenas de factores. Cultura, religión ideología política, todo las influye y condiciona. Poco tiene que ver la legislación de un país oriental con la de uno de la órbita occidental. Lo que es legal en una sociedad de tradición cristiana, puede ser considerado excesivamente permisivo en otra de herencia musulmana, y viceversa. A lo largo de los siglos, mientras la Justicia seguía siendo la misma, inmutable y eterna, las leyes iban cambiando, evolucionando, avanzando o retrocediendo, según la necesidad de los gobernantes de turno. Castigando y premiando a unos o a otros, dependiendo del lado hacia el que se hubiera desplazado el péndulo político, social y, cómo no, económico. Y eso ha seguido siendo así hasta nuestros días. Y si las leyes son cambiantes y sujetas a influencias que a veces se oponen frontalmente a la esencia de la verdadera Justicia, ¿qué decir de su aplicación en la sociedad actual? ¿Qué vara de medir se utiliza a la hora de gestionar y administrar justicia? ¿Cuán imparcial es esa administración? ¿Cuán independiente de los poderes políticos y económicos que nos gobiernan?

Con mirar un poco alrededor creo que tendrán Vds. cumplida respuesta. A lo largo y ancho de este mundo que hemos convertido en vergonzante caricatura de lo que debería ser, se pisotean los derechos de los más humildes con total impunidad. Se juzga con distinta medida al pobre que al rico. Se castiga con rapidez asombrosa al pequeño delincuente, y se celebran juicios interminables contra desfalcadores y prevaricadores. Hoy se juzga a unos criminales de guerra, porque pertenecen a una órbita que molesta ostensiblemente, y mañana otros elementos de la misma o parecida calaña son justificados públicamente al pertenecer a la facción opuesta. Lo que se le exige al hombre de a pie a la hora de defenderse ante el tribunal, dista mucho de lo que se le pide demuestre al banquero fraudulento o al político corrupto. Se conceden impunidades que salvan a más de un delincuente, mientras se lapidan mujeres por adulterio en la otra punta del mundo. Se bendicen despidos laborales indignos, mientras se admiten fianzas millonarias que abren las puertas de las cárceles con una facilidad pasmosa. Se derriban reputaciones a golpe de veredicto, mientras se protegen prebendas a base de recursos y apelaciones. En definitiva, las leyes de promulgan, se cambian, se modifican, se” interpretan”, se reescriben, se amplían o se restringen, convirtiéndolas en una tela de araña legal que termina hablando de todo, de todo…menos de Justicia.


Pero la Justicia sigue ahí…aguardando desde el principio de los tiempos. Impertérrita, mesurada, equilibrada, imparcial, esperando ser por fin escuchada. Habla todas las lenguas y respeta todas las creencias. No sabe de colores de piel, pero puede ver la oscuridad de las almas. Abstracta y real, no desfallece ni flaquea, porque sabe que, en último término, cuando el viaje acabe, no importará si hemos o no pagado por nuestros delitos. Ni si hemos pagado o no grandes fianzas. Ni si hemos acomodado la ley a nuestros deseos. Ella entonces apagará las luces y, se hará presente en el único momento auténticamente Justo: aquel que nos igualará para siempre…Tal vez deberíamos reflexionar sobre ello, no creen?…